sábado, 6 de octubre de 2012
La izquierda y los medios de comunicación
Primer problema: ¿qué es “la izquierda”? Sin duda no lo es ya más el Frente Amplio, que, objetivamente, puede ser calificado ahora de “centro-izquierda”. La izquierda, en el Uruguay de hoy, estaría constituida por varias organizaciones que integran el Frente Amplio, más otros grupos, minoritarios, ajenos a ésta. Unos entrampados en una disciplina castradora, los otros, relativamente inoperantes.
Segundo problema: ¿qué son “los medios de comunicación”? ¿instrumentos de comunicación? ¿o de dominio ideológico?. La respuesta a estas dos preguntas también tiene que ser matizada: son, en parte, de comunicación, y en mayor proporción, de dominio.
Son instrumentos de dominio, por una razón muy sencilla: son apéndices del
sistema productivo. Un canal de televisión, un rotativo, siempre es una gran empresa capitalista constituida por una gran inversión financiera, que tiene que dar
su beneficio a quien o quienes constituyeron ese capital. Tiene que ser rentable. Desde luego que estos propietarios difunden un discurso legitimador ambiguo: ellos están al servicio de sus tele espectadores o de sus lectores. Si los embrutecen con pornografía o con violencia desmedida, se debe a que es eso lo que pide el público (no a que el sensacionalismo atrae y así aumentan, no sólo lectores o espectadores, sino, sobre todo, publicidad, es decir, mayor rentabilidad). Jamás recordarán que al público no se lo consulta, sino que es acostumbrado y adiestrado a consumir lo más barato, lo más vulgar, lo más sensacionalista.
Tercer problema: Cuando dirigentes del Frente Amplio hablan seriamente de que van a estimular la autoregulación de los medios de comunicación, están renunciando a todo lo que algún día sabían. Y están renunciando a todo propósito de cambio, no sólo del actual sistema de medios, sino, más profundamente, de todo cambio socio-económico. Porque entienden bien de qué estamos hablando. Los empresarios de los medios mantienen bien su negocio: asegurar su ganancia y a la vez mantener a la opinión pública convencida de que están a su servicio, que son garantía contra posibles atropellos de los gobiernos y entonces explotan la idea de que regular (legislar) es como limitar la libertad de prensa. Aunque ellos mismos hayan sido los primeros en someterse dócilmente a la dictadura militar, para seguir explotando su negocio. En todo caso, con alguna protesta mínima (precisamente para disimular una obediencia sustantiva).
Cuarto problema: Tal vez el cálculo de que librar una batalla para regular los medios significaría el riesgo de perder las elecciones, por la sistemática campaña adversa que estos medios levantarían, es lo que esté detrás de esta estrategia negociadora, conformista, reformista.
Pero no estoy abogando por una política revolucionaria.
Una fuerza política de izquierda debe, necesariamente, plantearse el problema de la regulación de los medios mientras la sociedad siga siendo competitiva (fomentando el cooperativismo, desarrollando la noción de servicio público de lo audiovisual, protegiendo el derecho a la información, restringiendo la publicidad), y todo ello, sin atacar el principio de la libertad de prensa. Y debe hacerlo por varias razones: 1a.) Tener en sus manos el poder de comunicación del Estado y no usarlo para ilustrar y concientizar acerca de la realidad competitiva, es criminal y suicida; 2a.) El proceso de cambio social hacia el socialismo, reclama acciones del Estado acompañadas por sustento de organizaciones políticas y sociales, que expresen y conduzcan reclamos solidarios y racionalizadores; postergar los principios significa renunciar al liderazgo de las fuerzas de izquierda. 3a.) Cuando en Francia aparece (en sus recientes elecciones) el Frente de Izquierda, primera superación exitosa – 5 millones de votantes – de la división que produjeron los 21 puntos de Moscú en el movimiento marxista internacional y este movimiento proclama que la lucha ideológica es fundamental y permanente y que son precisamente los medios de comunicación los más peligrosos adversarios, aquí deberíamos prestar atención a estos postulados y adaptarlos a nuestras realidades.
Si la apreciación de que la fuerza política gobernante – el Frente Amplio – no tiene capacidad suficiente para librar ahora una batalla por una regulación general solidaria y racionalizadora de los medios (hipótesis admisible), no es lógico, en cambio, no hacer nada.
En Europa, y desde hace ya muchos años, se legisló internacionalmente, para todos los países de la Unión Europea, y tanto para la TV pública como para la TV privada, mediante la Directiva “Televisión sin Fronteras”, estableciendo, entre otras limitaciones, que los informativos no pueden durar más de 30 minutos y que no pueden ser interrumpidos con publicidad.
En el Uruguay, una ley que reprodujera sólo este principio, no sólo beneficiaría enormemente a nuestro sistema de información, sino que actuaría como precedente prestigioso de la capacidad reguladora del Estado, sin que pueda ser acusada esta medida de atentar contra la libertad de prensa.
Roque Faraone
Publicado en Cuadernos de Compañero "El cuarto poder" Nº9, Año 3, 5ª Época, septiembre 2012, Montevideo
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